Muchas veces los diseñadores solemos pensar en el render como un producto definitivo, la cúspide del proceso de diseño, una visión adelantada de una posible realidad.
El render nos ayuda a “enamorar” a un cliente, permitiéndole observar una imagen que se salta el tecnicismo y en ocasiones la frialdad del plano arquitectónico, y lo acerca mucho más a la concreción de sus planes, de sus sueños…
Esto le da al render un poder que debemos, como profesionales, saber administrar, es casi un arma de doble filo, una herramienta potente. El render en arquitectura no es, ni debe ser, solo un producto final que busca valerse de artilugios de edición digital para “convencer” a un tercero.
En contraste es una herramienta poderosa para potenciar el proceso de diseño, un gran aliado que nos brinda la posibilidad de generar una conversación, un feedback con nuestro cliente para hacer evidentes nuestras ideas, apreciar cómo interactúan los espacios, las formas, las texturas y colores.
Esto ocurre porque en la práctica entiendes que tu cliente, por lo general, no posee las herramientas técnicas para comprender a profundidad un plano técnico, por lo menos no de forma inmediata, y vale decir que no tiene por qué hacerlo.
Es aquí donde el render y las estrategias de representación, digital o no, así como sus combinaciones toman gran fuerza para generar una conversación clara con tu cliente, poder proyectar de forma eficaz la idea en sus distintas etapas, sin aferrarse a un solo tipo o estilo, ya que cada proyecto define formas propias de representación.
Creo firmemente que no se es buen diseñador por hacer buenos renders, pero, saber hacer renders amplía enormemente tu capacidad de comunicación, te permite vender y proyectar de una forma mucho más eficiente tus ideas, conectar con tus clientes en un mundo cada día más visual e interactivo.
Cuando entiendes el render como una herramienta que te permite mejorar y potenciar la dinámica dialéctica con tu cliente, también entiendes que no siempre necesitas apostar al realismo.
De hecho considero que en muchas etapas del proceso de diseño una volumetría, una maqueta digital, un esquema, un render boceto o un boceto tradicional te darán resultados mucho más eficientes en la interacción permanente con tu cliente, te permitirá ir detectando gustos, tendencias y aspiraciones para llegar al resultado que exige el proyecto.
No se trata entonces de una lucha a muerte entre planos y renders, “vieja escuela” VS “nueva escuela”, tampoco se trata de quien hace el render más realista con métodos pre-establecidos, pues “la herramienta no hace al artista…”
Se trata de cómo entendemos el diseño, ya que generar espacios eficientes, amigables y humanos será siempre un fin mayor, usar estas herramientas al servicio de estos objetivos fundamentales, hacer más amena y eficaz la conversación con el cliente.
Entendiendo esto es fácil salirnos de los esquemas, intervenir un render con cualquier otra técnica para generar una lámina síntesis, por ejemplo, seguramente generara resultados mucho mejores en la interacción propia de las etapas conceptuales de tu proyecto.
El nivel de dominio de la herramienta te permitirá proporcionalmente salirte de esos esquemas, generar formas de representación que responden a la necesidad del proyecto y que también llevan tu sello propio.
El es render entonces una herramienta al servicio del diseño, la decisión la hace el diseñador.
Arq. Juan Manuel Pérez
Facilitador ILO APRENDE
Instagram: @sk.jmperez
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